DE LA ORALIDAD A LA ESCRITURA

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Como Havelock afirma: “No es la creatividad, sea ésta lo que fuere, sino el recuerdo y la memoria los que contienen la clave de nuestra existencia civilizada”[1]. Por ese motivo, la manera de usar los sentidos y nuestra forma de pensar se vieron afectados, de manera decisiva, por la transición de la oralidad a la escritura, ambas, formas de resguardar la memoria de la civilización. Desde un punto de vista histórico[2], el alfabeto separó al orador, el lenguaje y la acción. Este fue un cambio de gran envergadura. Una vez que un texto estaba escrito, parecía hablar por sí mismo y, para escucharlo, el orador dejaba de ser necesario. A la vez, se produjo un desplazamiento de un lenguaje de acción a un lenguaje de ideas. La reflexión comenzó a suplantar el papel que previamente había tenido el relato de acontecimientos. La aparición del alfabeto, cambió nuestra manera de pensar las cosas. Pasamos a preguntarnos “¿qué es la sabiduría?”, “¿qué es la valentía?” con independencia de las acciones emprendidas por un Ulises o por un Aquiles. Pasamos a hablar de ellas como ideas, no como rasgos propios de personajes de relatos épicos. Con el interés por la pregunta “¿qué es…?” el énfasis se pone no en las acciones sino en el “ser” de las cosas. Con ello se abandona el “lenguaje del devenir” del pasado y se transita hacia una nueva forma de lenguaje: “el lenguaje del ser”. Sobre la base de este nuevo lenguaje se desataron las fuerzas de la reflexión, las fuerzas del pensamiento racional.

Si la escritura fue importante en la transición del pensamiento mítico al pensamiento filosófico, la imprenta fue concluyente para poder crear la conciencia de nación y el dominio eventual de la racionalidad. En un plano diferente, la difusión de la escritura impresa sentó las bases del desarrollo de la autoconciencia[3] y la reflexión individual como nunca antes. El descubrimiento reflexivo más pleno del yo subjetivo, la cristalización del ego, es el resultado no sólo de la escritura, sino también de la imprenta: sin estas tecnologías, la privatización moderna del yo y el agudo y doblemente reflexivo conocimiento moderno de sí mismo hubieran resultado imposibles.

[1] Havelock, Eric A. (1996) La musa aprende a escribir. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica, S. A. pg. 104.

[2] La interpretación que se ofrece a continuación se apoya en los trabajos de autores tales como Eric A. Havelock, Walter Ong y Rafael Echeverría.

[3] Según Ong, “para vivir y comprender totalmente, no necesitamos sólo la proximidad, sino también la distancia. Y esto es lo que la escritura aporta a la conciencia como nada más puede hacerlo”. Ong, Walter J. (1987) Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México: Fondo de Cultura Económica, S. A. pg. 85

2 comentarios en “DE LA ORALIDAD A LA ESCRITURA

  1. Molt interessant la reflexió sobre la relació oralitat-escriptura en el pas del paradigma mític al racional i, igualment, la consolidació d’aquesta racionalitat «individual» a través de la impremta. Sembla, però, que la transmissió oral està més viva que mai, que hem recuperat certs aspectes d’aquesta transmissió. Tenia un paràgraf guardat del text de D. Crystal a “Lenguaje e Internet” (2000:277) en relació a la ciberparla però el comparteixo aquí perquè crec que és interessant i va lligat amb el teu post:

    “Lo que es verdaderamente notable es que tanta gente haya aprendido tan rápido a adaptar su lenguaje a las demandas de los nuevos contextos y a explotar el potencial del medio tan creativamente como para generar nuevas áreas de expresión. Todo ha pasado en unas cuantas décadas. La facultad lingüística de las persones parece estar en buena forma, concluyo. La llegada de la ciberhabla nos muestra al homo loquens en su mejor momento.”

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    • Estoy de acuerdo contigo. Como resume Chiappe, “lo singular de la literatura electrónica […] es que permite juntarlo todo, usarlo todo, sin avasallamiento entre las artes. En esta vanguardia, como en su momento en el movimiento cubista, lo que importa no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta”.

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