NARRANDO HISTORIAS

Todos narramos historias. Cuando alguien nos pregunta por lo que hemos hecho, por lo que pretendemos hacer o por algún episodio de nuestras vidas, simplemente le relatamos una historia. Una historia hilada, con sentido (la mayoría de las veces), organizada sobre la base de conectores y de secuencias temporales. De hecho, la vida de cada uno de nosotros no es más que una historia construida, una historia donde el actor principal del relato es la persona que está relatando los acontecimientos. El relato de cada persona es único, y los significados que le atribuye a los acontecimientos van a depender en gran medida del sistema u organización de significados que fue adquiriendo a lo largo de su vida, en la convivencia con otras personas, en sus encuentros y desencuentros.

El convivir nos ha obligado a coordinarnos conductualmente para poder actuar. Como si de una obra de teatro se tratara cada personaje ejecuta su papel y sigue un guión del que no es consciente pero que sabe interpretar a la perfección. Los acontecimientos que van transcurriendo van teniendo sentido en el argumento total de la historia. En definitiva, las narraciones son aquellos instrumentos a través de los cuales damos sentido a nuestro mundo. Narrar historias, no es más, que el arte de resumir la vida. Y es que como afirma Sartre en La Náusea»…el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si las contara».

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